VITUPERIO Y ALGÚN ELOGIO DE LA ERRATA, por José Esteban
LA ERRATA
La errata es algo imposible de
curar, es una enfermedad mortal por su propia naturaleza. En este maravilloso
libro de José Esteban publicado hace algunos años y que, desgraciadamente, está
descatalogado. Yo les aconsejo busquen sin tregua hasta dar con él; nos muestra
algunas de las más famosas. Sólo voy a citar algunos de sus ejemplos y, por
favor, dispónganse a pasar el mejor rato de su vida:
Un escritor confiesa que uno
de sus libros apareció tan lleno de erratas que suscitó este gracioso
comentario de Ventura García Calderón: «Nuestro amigo Reyes acaba de publicar
un libro de erratas acompañado de algunos
versos».
(Al pie de un cartel de ferrocarril): «Estos
boletos serán
volanderos por quince días». (Por valederos).
«El
Consejo de Administración es responsable de la desesperación de los fondos».
(Por desaparición).
«La dama
de las Camellas».
(En el aviso
fúnebre de la esposa de un comandante de caballería): «El duelo se despide en
el cementerio. Se suplica el coche. No se reparten espuelas». (Por esquelas).
(Obra de un aprendiz tipógrafo): «Ayer fue
extraído del río, por medio de un rancho, el cadáver del joven que días pasados
tuvo la gracia de ahogarse casándose». (Por gancho, desgracia y bañándose,
respectivamente).
«Ante el
cuadro de las distintas razas humanas, dijo la joven que los que más le
gustaban eran los tentones». (Por teutones).
(Crónica de toreo) : «El público ha tributado
una gran oración al diestro». (Por ovación).
Ia
sensible dama dirigía a su esposo miradas de apasionada ternera». (Por
ternura).
(En un aviso fúnebre) : «Sus
afligidos hermanos D. Antonio y Doña Rara». (Por Sara).
«El joven
crudito...». (Por erudito).
Necesito
secretaria con ingles». (Con inglés).
Vendo
ayuntamiento amueblado con calefacción y teléfono». (Por
apartamento).
Cuenta el
poeta mexicano Amado Nervo que el diario El Nacional, en su sección de Hechos y
Noticias, «publicó un parrafejo estadístico el cual decía, entre otras cosas,
que un 45 por 100 de los franceses que atentaban contra su vida lo hacía por
celos o decepciones amorosas.
Un
gacetillero de provincia copió el párrafo, y para variarlo un poquito, en vez
de franceses puso galos, lo cual
le pareció más enfático y elegante.
Prosiguió
el párrafo su viaje por los Estados Unidos, y
en otra redacción los cajistas pusieron gatos en vez de galos, de donde resultó la inaudita afirmación de que un
45 por 100 de los gatos que atentaban en Francia contra su vida lo hacían...
etcétera».
El citado
Fontana nos aportó una obra maestra de la errata. Se cometió en verso, siempre
más débil ante la
errata que la prosa. Aparece también en El Gráfico Moderno. El original decía:
Aunque me
encuentro de tu vista lejos Jamás en mi alma tu memoria muere, Guarda, hijo
mío, siempre mis consejos, No olvides a tu padre que te quiere; Yo sé que tú te
portas como debes, Sigue aparte del mal, sigue el sendero De la inmortalidad,
que es lo primero, Las horas de la vida son muy breves Y todo en este mundo es
pasajero.
Un
aprendiz de tipógrafo lo compuso así:
Aunque me
encuentro de tu vista lejos Tomás, en mi alma tu memoria muere, Guarda, hijo
mío, siempre mis conejos, No mires a tu padre que te quiere; Ya sé como te
portas, que tú bebes, Sigue, parte del mal, sigue el sendero De la inmoralidad,
que es lo primero, Las horas de la viuda son muy breves Y todo en este mundo es
pasagero.
En la
primera edición de Mr. Witt en el cantón, de Ramón J. Sender, en vez de «God
save de Queen», apareció: «God shave the Queen», es decir Dios afeite a la
Reina en vez del clásico Dios salve a la reina.
Una errata le trajo disgustos al poeta Garciasol. En un poema que
publicó en la muy seria revista Ínsula, el poeta había escrito «Y Mariuca se
duerme y yo me
voy de puntillas», pero el duendecillo errático corrigió: «Y Mariuca se duerme
y yo me voy de putillas».
Mariuca era, naturalmente, su mujer y allí fue Troya.
«Aquella
mañana, doña Manuela se levantó
con el coño fruncido».
Y así todo el libro. Les dejo con
la miel en los labios. Busquen, busquen, no se arrepentirán.
Soledad Serrano